La logoterapia y el concepto japonés de Ikigai son un claro sendero a seguir para reconocer lo importante y significativo en nuestras vidas. Una vez lo identifiques, aplícalo con un enfoque interno que le de relevancia a tus acciones diarias.
Justo cuando pensaba una y otra vez en este artículo y en preparar una MasterClass sobre este tema, fui al cine a ver la premier de la película “Napoleón” que trata sobre uno de los más grandes líderes militares de la historia. Conecté totalmente la trama porque este mítico personaje, complejo y con un legado controversial, tenía un propósito superior monumental que trascendió incluso su amor propio y sus deseos personales.
Él dejó todo a un lado por Francia, su foco era tal que lo llevó a afirmar: “mi destino es más poderoso que mi voluntad”. Fue una de las primeras figuras históricas en mostrar que el talento para el liderazgo no pertenece a una sola clase social. Su brillantez táctica y su reputación eran tales que el mundo requirió siete coaliciones europeas para vencerle. Salí del cine totalmente complacida y comprendí por qué el éxito de Napoleón en la guerra se ha transformado en leyenda.
De este filme rescato valiosos elementos que son primordiales para abordar cómo las personas encontramos significado en lo que hacemos. Por un lado, están las acciones de valor y por el otro, la actitud. El referente sobre propósito de vida es el filósofo, neurólogo y psiquiatra austríaco Víctor Frankl. Es creador de una corriente de pensamiento llamada logoterapia, según la cual incluso en las circunstancias más adversas, una acción de valor, una vida activa, creativa y experimentar algo relacionado con el amor, la belleza, la naturaleza o el arte nos hace más propensos a sobrevivir y superar las dificultades.
Como prisionero en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial Frankl sufrió las condiciones más extremas y al sobrevivir a ese horror concluyó que “al ser humano le puedes quitar todo, menos la actitud con la que asume un sufrimiento e incluso su capacidad para convertirlo en algo útil, puesto al servicio de otros”. Su libro más transcendental, “El hombre en busca de sentido”, ha inspirado a muchas personas a reflexionar sobre el significado de sus vidas y ha sido utilizado en múltiples ámbitos -terapéutico, académico o empresarial-. Una de sus frases célebres es: “no creas tu misión en la vida, la detectas”. De allí la importancia de saber: ¿qué es lo importante para ti?, ¿qué encuentras hermoso?, ¿dónde encuentras sentido? Así como nos ejercitamos físicamente para tener buen estado físico, también debemos aprender a entrenar la actitud y contar con los recursos personales para atravesar los contratiempos.
Encuentra tu razón de vivir en la cotidianidad
Otro concepto fundamental para ahondar en el sentido y el propósito es el Ikigai, una filosofía milenaria donde cada individuo fluye de manera natural en su rutina diaria, trabaja con la máxima concentración y alcanza una estabilidad emocional plena y significativa. La palabra se compone de dos términos japoneses: “iki”, vida y “gai”, razón, valor o mérito. En la práctica, alude a la razón de vivir, lo que nos motiva y nos hace sentir realizados. Esa razón que debe estar alineada con todo lo que nos rodea.
Si bien su origen está en la cultura japonesa, suele mencionarse como una de las razones de la longevidad y el bienestar, gracias a las investigaciones de Dan Buettner, escritor e investigador de la revista National Geographic conocido por su trabajo en el estudio de las “zonas azules”, es decir, aquellas regiones del mundo donde la gente vive más tiempo y tiene una mayor calidad de vida.
Ikigai abarca aquello que amas (la pasión), en lo que te destacas (vocación), lo que el mundo necesita (tu misión) y por lo que puedes ser remunerado (tu profesión). Nos propone una ruta a seguir para contestar la esencial pregunta sobre el significado de la vida. La reflexión apunta a estas dimensiones:
¿Qué amas hacer?
- Lo que disfrutas, lo que te encanta.
- ¿Cuándo te sientes más feliz?
- ¿Qué estabas haciendo la última vez que perdiste la noción del tiempo?
- ¿Qué seguirías haciendo, aunque no te pagaran?
¿En qué te destacas?
- ¿Cuáles son tus talentos naturales, esas fortalezas, habilidades, destrezas que has construido?
- ¿En qué sobresales incluso cuando no lo estás intentando?
- ¿Qué parte de tu trabajo actual te resultan fáciles?
¿Qué es por lo que te pueden pagar?
- Aquello por lo que puedes recibir una recompensa no sólo económica sino en términos de gratitud, amor o servicio.
- ¿Qué estarías haciendo si no estuvieras en tu trabajo actual?
- ¿Se puede ganar bien la vida haciendo ese trabajo a largo plazo?
¿Qué es lo que el mundo necesita y que puedes dar?
- ¿Qué necesita tu entorno familiar, social o laboral?
- ¿Cuál podría ser tu aporte?
- ¿Cómo podrías ayudar a solucionar algo?
- ¿Qué disfrute, deleite puedes proporcionar?
Indagar en este itinerario nos conduce a repensar la plenitud que produce estar al servicio de otros, nutrir o sanar mentes, corazones y comportamientos. La satisfacción también la podemos encontrar al crear algo, deleitar a través de la música, el arte o el humor. Conectar con otros, construir o realizar una tarea que le de relevancia a lo que hacemos. Por ejemplo, enseñar enlazando el proceso educativo con los valores, metas y aspiraciones más profundas de cada individuo. No es la actividad en sí, sino el enfoque interno que le damos a esta tarea es lo que hace que vivamos nuestro propósito.
En palabras del psicólogo Efrén Martínez, discípulo de Víctor Frankl y referente de la logoterapia en el país: “vivir con sentido implica estar conectado con personas, acciones, circunstancias u objetos relevantes que nos brindan una dirección, un hacía dónde ir, lo cual parte de la atracción que ejerce en nosotros la presencia de lo que estimamos significativo, invitándonos a la acción concreta para alcanzar. Implica en síntesis comprender lo valioso, mirarnos hacia adentro para responder las preguntas de ¿para qué existir? y ¿cuál es la razón para creer que vale la pena vivir?
Napoleón Bonaparte, Nelson Mandela o la madre Teresa de Calcuta, entre otros personajes colosales, tuvieron propósitos superiores que impactaron en su momento a la sociedad. Desde nuestro ámbito personal cada uno también puede llevar una vida con sentido, plena y esperanzadora. Vivir con propósito claro nos hace experimentar la espiritualidad y esto va más allá de la religión que tengamos. No es un destino por alcanzar, es parte de eso que hacemos todos los días.